“Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por su propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades”

(2 Tim 4,3)









miércoles, 8 de julio de 2009

Inolvidable viaje, al centro de mi mente (SEGUNDA PARTE)


Se ha ido la luz, mientras escuchaba música en la radio y sin nada que hacer, me dirijo a la habitación a tientas, para encender lo que llamo “planta de emergencia” o como los demás le suelen llamar “una vela”. Ah, ya se que haré, me iré a pasear... pero será por los caminos que llevan al parque de mis recuerdos. Entonces, me recuesto en mi cama a meditar y emprender mi nueva ventura por aquellos lugares escondidos y oscuros de mi mente. Ahí estoy en el momento que me compraron mi primera (y tan anhelada bicicleta), disfrutaba correr por la calle con mi hermanita montada en la parrilla de atrás y mis amigos corriendo por alcanzarnos. Mientras pensaba en esto, mis ojos deciden pestañar y llevarme al instante en que descubrí lo bonito de ser un niño enamorado. Sonreír y quedarme mudo, al encontrarme al lado de esta linda niña que llenaba mis días de alegría, era algo fuera de serie. Seguro que hasta Dios se alegraba, al verme disfrutar de aquel tierno sentimiento.



Ahora, voy al instante en el que aprendía a tocar la guitarra con mis amigos españoles y luego percibo el sentimiento de la “nerviosa pero emocionante noche” que tocamos en la parroquia. Sigo caminando y viendo, ahora me detengo en el instante en que fui actor de teatro (bueno si, aclaro, solo fue una obra en la parroquia), estábamos representando la Pasión de Cristo, yo andaba súper nervioso, pero al ver a mi madre feliz y orgullosa en uno de los asientos y luego sentir los aplausos que nos brindaban todo fue paz y regocijo. Creo que Dios me bendijo bastante, aquella noche.


Un gran estruendo me hace volver de mis pensamientos lejanos, era la música de mi vieja radio, pues había llegado la luz. Entonces, me siento en la cama, miro el reloj, cambio la emisora y me creo ser un dichoso, pues he encontrado una canción que dice; “mi despertar y mi atardecer, todo se lo debo a El…”. Esta, quizás era una señal divina que me indicaba que las cosas que he vivido han sido el mejor regalo y que la felicidad no es una meta sino una forma de vida. Gracias papá Dios!!!