“Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por su propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades”

(2 Tim 4,3)









lunes, 2 de noviembre de 2009

Si te tomas un café, quiero que sea conmigo


En una gran sala hay una vieja mesa, sobre ella una taza con un café que se enfría. Yo la miro, mientras sorbo a sorbo voy recordando y veo que no vienes a tomar ese café conmigo. En el aire se entrelazan una combinación de olores; por un lado el aroma de aquel café y por el otro el de la tierra que fue mojada por una suave lluvia de aquel inolvidable veintidós de junio. En el que te extrañe porque te estuve buscando y no estabas. Desde entonces no he vuelto a ver tu tierna sonrisa, extraño tu sabiduría y aquellos ojos tristes que no me miran mas.

Ahora quisiera poder volver a abrazarte y decirte lo mucho que te quiero y que jamas he de olvidarte. La vida mía completa cambió por el amor que me diste y por las frases sabias que me decías.


(A mi querida e inolvidable abuelita Diana, que ya vive con Dios)