“Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por su propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades”

(2 Tim 4,3)









martes, 7 de diciembre de 2010

Mundos en convergencia


A varios cientos de miles de metros bajo la tierra viven unos seres especiales llamados nucleanos. Estos habitantes del centro de la tierra, se comunican mediante voces con un acento melódico, que dan la sensación de que están cantando canciones en una gran obra teatral. Las leyes que los gobiernan las dictan los lideres, que son los siete venerables ancianos. Estos gozan de un gran respeto y admiración sobre todo en los mas pequeños de la tribu, pues además de dirigir su sociedad, ellos también les cuentan antiguas historias sobre otro mundo en el que viven los seres de la superficie.


Dicen los ancianos que dichos seres de arriba, no tiene la piel dura y rocosa como la de los nucleanos y tienen una lampara gigante llamada sol, que cuelga del gran techo que ellos llaman cielo. A los niños les emocionan todos estos relatos, aunque muchos de los mayores no creen en ellas, no se atreven a contradecir la palabra de los siete. En la tribu también están los llamados expedicionarios, que son los que son enviados a las misiones de reconocimiento de nuevos territorios y la búsqueda del mineral llamado luxon, que utilizan para iluminarse.


En el poblado todos se alimentan de extraños insectos, que se se deslizan por las oscuras cavernas. También, comen algunas algas que crecen a orilla de los ríos subterráneos de donde sacan el agua de tomar. Todos viven en una misteriosa armonía natural y cuando les llega la hora de morir o expirar, se van felices porque creen haber vivido de forma correcta y siguiendo los sagrados designios que les enseñaron los ancianos. Ellos sea por instinto natural o por revelación a su alma, creen en la existencia de un ser superior que fue el artífice o creador de los dos mundos el de arriba y el de ellos. Cuando lo mencionan, solo se refieren a el como Kirio.


Esta puede que sea la prueba de que la vida es extraña y misteriosa, pero concebida mediante medidas y trazos perfectos, que nos conducen aun sin saberlo a un mismo fin, que es volver estar a lado del creador con los frutos recolectados en el bosque de nuestra limitada existencia.