“Porque vendrá un tiempo en que los hombres no soportarán la doctrina sana, sino que, arrastrados por su propias pasiones, se harán con un montón de maestros por el prurito de oír novedades”

(2 Tim 4,3)









sábado, 20 de febrero de 2010

Sol, agua y sereno


Iba caminando y ahora me encuentro en la acera del frente de tu casa. No se si fue fruto de la casualidad o que pudiste percibir el calor de mi mirada. Entonces tu te asomas a la ventana y me miras, después de un instante que pareció la eternidad me sonríes y yo te sonrío. He venido a contarte, que discutí con mi silencios y les prometí que vendría a decirte lo que hoy te vengo a contar. Que quiero que me quieras esta noche y que no me importaría que se te olvide mañana, pues así tendría la alegría de volverte a conquistar.


Es que desde que te conocí, en mi mente escucho una suave canción de amor y mi corazón que hace mucho solo se limitaba a palpitar, ahora no deja de bailar. Ahora, como en una de esas películas románticas, sucede una escena que le da mas ternura al momento y es que empiezan a caer gotas de una lluvia que son el preludio de un gran aguacero. Quizás sea la señal, que desde arriba me envían para decirme que ya es la hora de partir. A pesar, de que tu boca no ha querido regalarme ni una sola palabra, no me voy triste, pues pienso en que mañana volveré y así todos los días del calendario, hasta vivir mi mas anhelado día en el que tu me puedas querer.